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Index Verborum:     habemos


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Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos a un Religioso para Alcanzar la Perfecion

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos copiados por Magdalena del Espiritu Santo

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos por la Madre Maria de Jesus

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos procedentes de Antequera

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos recogidos por la edicion de Gerona

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico Espiritual A

§ 2.3

Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero porque, así como el otero es alto, así Dios es la suma alteza, y porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las cosas; al cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como habemos dicho, porque ellos son los que le ofrecen nuestras oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al santo Tobías (Tb 12, 12), diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc., ego obtuli orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.

§ 3.8

Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11­12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y la sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.

§ 3.9

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la cual, como dice san Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera, resistiendo al camino espiritual.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 6.3

Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de verle a él como es.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos estos entre todas las criaturas vacan a Dios, entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo $vagan&, el cual en latín se dice $vacant&.

§ 7.10

También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es como que van a dar a entender y se queda por entender, y así es un no sé qué que quedan balbuciendo.

§ 8.2

Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le ama, quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque la impide de vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y por amor, como habemos dicho.

§ 11.3

Para inteligencia de lo cual y de los demás versos es de notar que la fe es comparada a la plata en las proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancias que en sí contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, y desnudo el oro de la fe.

§ 11.4

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 12.2

Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: Apártalos, Amado.

§ 12.4

Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más la costase, no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía.

§ 12.5

Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho, en aquella visitación de Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo y deja de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo.

§ 12.10

Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación.

§ 12.10

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 12.11

Por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le tenga más amor y se recree más en su alma.

§ 13.2

Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su pie, a este último vuelo que habemos dicho extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de su caridad y amor.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.14

Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toque, aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia.

§ 13.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la cual es en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 13.17

En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí, hasta este punto de este rapto desde la canción doce, que dice: Apártalos, Amado.

§ 13.18

Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia entendida.

§ 13.19

Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron, o alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron y descasaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecerse a este tiempo.

§ 13.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronse las pieles de mi carne, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 13.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronse las pieles de mi carne, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 13.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos; porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 13.25

Y llama a esta música callada, porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio.

§ 13.28

Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende por la visión divina; porque así como la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia, que habemos dicho sosegada, le hace sentir al alma cierto fin de males y posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que antes estaba.

§ 14.7

Y porque este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna ni de mundo ni de demonio ni de carne.

§ 15.3

Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga, sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al camino.

§ 15.4

En los dos versillos primeros habemos declarado que las almas a zaga de la huella discurren al camino con ejercicios y obras exteriores; y ahora en estos tres versillos da a entender el alma el ejercicio que interiormente estas almas hacen con la voluntad, movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que el Amado les hace, a las cuales llama aquí toque de centella y adobado vino; y al ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de estas dos visitas, llama emisiones de bálsamo divino.

§ 15.5

El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que hace al alma; la mano es la merced que en ello le hace; la manera por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el toque en más o en menos, y en una manera o en otra de cualidad espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la voluntad en que se hace el dicho toque; y el estremecerse, es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo que de ese toque redundan, según decíamos.

§ 15.8

Y porque habemos hablado de vino cocido, será bueno aquí notar brevemente la diferencia que hay del vino cocido, que llaman añejo, y entre el vino nuevo, que será la misma que hay entre los viejos y nuevos amadores, y servirá para un poco de doctrina para los espirituales.

§ 15.10

En este vino, pues, de amor, ya probado y adobado del alma, hace el Amado la divina embriaguez que habemos dicho; el cual hace enviar a Dios las dulces emisiones.

§ 16.6

Y así, puede la voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como habemos dicho, todas ellas beben juntamente.

§ 16.11

Mas el alma, como le queda y dura el efecto de aquel acto de amor algún tanto, dura también el no saber, según habemos dicho, cuanto dura el efecto y dejo de aquel acto; el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, y dejóla no sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21), que dice: Quia inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt et ego ad mihilum redactus sum, et nescivi, que quiere decir: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes juntamente se mudaron, yo fui resuelto en nada y no supe.

§ 16.13

Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos, tras de que se andan todavía siguiéndolo, hasta que, entrándose a beber en esta interior bodega, lo pierdan todo, quedando, como habemos dicho, deshechos todos en amor; en la cual más fácilmente se consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y moho de los metales en el fuego.

§ 17.4

En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha unión la pureza y perfección que para esto es menester; que, por cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo lo que tenía ajeno de Dios.

§ 18.3

Entiéndese también en este verso toda la habilidad natural y razonal, como habemos dicho, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y espirituales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en su servicio.

§ 18.4

Todo este caudal de tal manera está ya empleado en Dios, que, aun sin advertencia del alma, todas las partes que habemos dicho de este caudal en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y la memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos y apetitos, la esperanza, el gozo, y luego todo el caudal de prima instancia se inclinan a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por Dios.

§ 18.6

Acerca de lo cual siempre el alma tiene algún oficio vicioso que nunca acabó de vencer hasta que de veras emplea su caudal en el servicio de Dios, donde, como habemos dicho, todas las palabras y pensamientos y obras son ya de Dios, no habiendo ya oficio de murmurar ni de otra imperfección en las palabras, ni en las demás potencias.

§ 21.2

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltarían todas; porque las virtudes así como donde está una están todas, así también donde una falta faltan todas.

§ 21.3

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor, sino que también le amó, viéndole fuerte, porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 21.4

4. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el pararse él a mirar, que es, como habemos dicho, amar él nuestro bajo ser; porque si él, por su gran misericordia, no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn. 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro amor bajo, porque no tenía tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar nuestro vuelo y levantarle, dando valor a nuestro amor, por eso él mismo se prendó del cabello en el vuelo, esto es, él mismo se pagó y se agradó, y por eso se prendó.

§ 23.5

Porque el alma que está subida en amor y honrada acerca de Dios, siempre va alcanzando más amor y honra de Dios, según se dice por san Juan (Jn 1, 16), como habemos dicho: Dat gratiam pro gratia.

§ 24.2

Y a este tiempo suelen algunas veces acudir a la memoria y fantasía muchas y varias formas e imaginaciones, y en la parte sensitiva muchos y varios movimientos y apetitos, que, como habemos dicho, con su mucha sutileza y viveza molestan y desquietan al alma de la suavidad y quietud interior de que goza, y, allende de esto, los demonios, que tienen mucha envidia de la paz y recogimiento interior, suelen ingerir en el espíritu horrores y turbaciones y temores.

§ 24.4

Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de manera que la parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y de él, en que ambos se apacientan y deleitan.

§ 24.6

Y dice que en ésta no parezca nadie, es a saber, ningún objeto perteneciente a alguna de estas potencias o sentidos que habemos dicho.

§ 25.4

Ya habemos dicho que el alma de la esposa es la viña florecida en virtudes; y ahora la llama aquí también huerto, donde están plantadas las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho.

§ 25.4

Ya habemos dicho que el alma de la esposa es la viña florecida en virtudes; y ahora la llama aquí también huerto, donde están plantadas las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.4

Porque las virtudes que el alma tiene en sí adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente; porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como habemos dicho.

§ 25.7

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, más subidamente se comunica a ella y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio de virtudes que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración de tal sabor y suavidad de virtudes la cual dura en el alma todo el tiempo que el Amado asiste allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus virtudes, según en los Cánticos (Ct 1, 11) ella dice en esta manera: Cum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suavitatis; y es como si dijera: En tanto que estaba reclinado el rey en su reclinatorio, que es mi alma, el mi arbolico oloroso dio olor de suavidad, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que consta de muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después dijo.

§ 25.8

Y por ser esto tan necesario y de tanto bien y gloria para el ánima, la esposa lo deseó en los Cantares (Ct 4, 16) y lo pidió, diciendo: Surge, aquilo; et veni, auster, perfla hortum meum, et fluent aromata illius; y es todo lo que habemos dicho en esta canción hasta aquí, y quiere decir: Levántate, cierzo, y vete; y tú, ábrego, viento suave y provechoso, ven y corre y aspira por mi huerto; y correrán sus olorosas y preciosas especias.

§ 26.2

Para declarar el orden de estas canciones más abiertamente y dar a entender el que ordinariamente lleva el alma hasta venir a este estado de matrimonio espiritual, que es el más alto de que ahora, con ayuda de Dios, habemos de hablar, al cual ha venido ya el alma, es de notar: que primero se ejercitó en los trabajos y amarguras de la mortificación y en la meditación, que al principio dijo el alma desde la primera canción hasta aquella que dice: Mil gracias derramando.

§ 28.2

Lo cual se ha de entender así en las demás partes que habemos de declarar aquí, como son:

§ 28.6

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba), que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios, a veces también de parte del demonio, el cual, al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción o variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la esposa de su tálamo.

§ 28.8

Y así, ninguna cosa la puede ya llegar ni molestar, habiéndose ya ella entrado, como habemos dicho, de todas ellas en el ameno huerto deseado, donde toda paz goza, de toda suavidad gusta, y en todo deleite se deleita, según sufre la condición y estado de esta vida.

§ 28.11

Llamando iras a todas las operaciones y afecciones desordenadas que habemos dicho.

§ 30.5

Ya habemos dicho que el mirar de Dios es amar; las que aquí llama compañas son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y riquezas espirituales del alma.

§ 32.3

La soledad en que antes vivía era querer carecer por su Esposo de todos los bienes del mundo, según habemos dicho de la tortolilla, procurando hacerse perfecta, adquiriendo perfecta soledad en que se viene a la unión del Verbo y, por consiguiente, a todo refrigerio y descanso; lo cual es aquí significado por el nido que aquí dice, el cual significa descanso y reposo.

§ 33.2

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 33.2

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 34.1

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro en sus juicios, como habemos dicho, es por poder de allí venir a unir su entendimiento y conocer en los altos misterios de la Encarnación del Verbo, como a más alta y sabrosa sabiduría para ella; a cuya noticia clara no se viene sino habiendo primero entrado en la espesura que habemos dicho de sabiduría y experiencia de trabajos.

§ 34.1

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro en sus juicios, como habemos dicho, es por poder de allí venir a unir su entendimiento y conocer en los altos misterios de la Encarnación del Verbo, como a más alta y sabrosa sabiduría para ella; a cuya noticia clara no se viene sino habiendo primero entrado en la espesura que habemos dicho de sabiduría y experiencia de trabajos.

§ 34.3

En los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero y entra en la espesura del padecer exterior e interiormente y, después de haberla Dios hecho muchas otras mercedes intelectuales y sensitivas y habiendo precedido en ella mucho ejercicio espiritual; porque todas estas cosas son más bajas y disposiciones para venir a las subidas cavernas del conocimiento de los misterios de Cristo, que es la más alta sabiduría que en esta vida se puede alcanzar.

§ 34.3

Y fue que, metiéndole en el agujero de la piedra, que es Cristo, como habemos dicho, le mostró sus espaldas (Ex 21­23), que fue darle conocimiento de los misterios de las obras suyas, mayormente los de la Encarnación de su Hijo.

§ 34.5

Porque, aunque es verdad que el alma, cuando dice esto, está ya transformada por causa del estado ya dicho -.aunque, como habemos dicho, en sabiduría no se le añade nada-. no quita por eso que no pueda en este estado tener nuevas ilustraciones y transformaciones de nuevas noticias y luces divinas; antes, son muy frecuentes las iluminaciones de nuevos misterios que al alma comunica Dios en la comunicación que siempre está hecha entre él y el alma; y en sí mismo se lo comunica, y ella como de nuevo se entra en él según la noticia de aquellos misterios que en él conoce, y en aquel conocimiento de nuevo le ama estrechísima y subidamente, transformándose en él según aquellas noticias nuevas.

§ 35.5

Y eso es lo que entiende por lo que dice en el verso postrero, es a saber: Aquello que me diste el otro día; porque, como habemos dicho, hasta esta pureza y limpieza llega el alma en este estado de perfección.

§ 36.1

La primera es el aspirar del aire, que es el amor que habemos dicho, que es lo que principalmente pretende; la segunda es el canto de la filomena, que es la jubilación en alabanza de Dios; la tercera es el soto y su donaire, que es el conocimiento de las criaturas y el orden de ellas; la cuarta es pura y subida contemplación; y la quinta, que es llama que consume y no da pena, casi se encierra en la primera, porque es llama de suave transformación de amor en la posesión de todas estas cosas.

§ 36.4

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 36.4

Lo cual es participar el alma a Dios obrando en él, acompañadamente con él, la obra de la Santísima Trinidad, de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios.

§ 36.4

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado perfecto, se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 36.12

En esta llama quiere la esposa que la dé el Esposo como habemos dicho, todas las cosas que ella pretende, porque no las quiere poseer ni estimar ni gozar sin perfecto y suave amor de Dios.

§ 37.6

Lo cual más es descender a la vista de ellos que al gusto esencial de ellos; pero gustan, como habemos dicho, la redundancia que del alma se comunica en ellos.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual B

§ 1.11

Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido.

§ 1.11

Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido.

§ 1.11

Pero, entre tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida, por cuanto todavía al alma le está escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.12

Quiero decir que nunca te quieras satisfacer en lo que entendieres de Dios, sino en lo que no entendieres de él; y nunca pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender y sentir de él; que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe.

§ 1.12

Que, pues es Dios inaccesible y escondido, como también habemos dicho, aunque más te parezca que le hallas y le sientes y le entiendes, siempre le has de tener por escondido y le has de servir escondido en escondido.

§ 2.3

Llama majadas a las jerarquías y coros de los ángeles, por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual aquí llama otero, por ser él la suma alteza, y porque en él, como en el otero, se otean y ven todas las cosas y las majadas superiores e inferiores, al cual van nuestras oraciones, ofreciéndolas los ángeles, como habemos dicho, según lo dijo el ángel a Tobías (12, 12), diciendo: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecía tu oración a Dios.

§ 3.2

Y, por eso, acordándose aquí el alma del dicho del Amado, que dice: Buscad y hallaréis (Lc. 11, 9), ella misma se determina a salir, de la manera que arriba habemos dicho, a buscarle por la obra, por no se quedar sin hallarle, como muchos que no querrían que les costase Dios más que hablar, y aun eso mal; y por él no quieren hacer casi cosa que les cueste algo, y algunos aun no levantarse de un lugar de su gusto y contento por él, sino que así se les viniese el sabor de Dios a la boca y al corazón, sin dar paso y mortificarse en perder alguno de sus gustos, consuelos y quereres inútiles.

§ 3.9

Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11­12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos de las armas de Dios para que podáis resistir contra las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.

§ 3.10

Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice san Pablo (Gl. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es: La carne codicia contra el espíritu, y se pone como en frontera resistiendo al camino espiritual.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 6.4

Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, le hacen crecer el hambre y apetito de verle a él como es.

§ 7.6

A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los hombres.

§ 8.1

También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es como que van a dar a entender y se quedan por entender, y así es un no sé qué que quedan balbuciendo.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 11.4

Pero, por cuanto esta alma anda en fervores y afecciones de amor de Dios, habemos de entender que esta presencia que aquí pide al Amado que le descubra, principalmente se entiende de cierta presencia afectiva que de sí hizo el Amado al alma; la cual fue tan alta, que le pareció al alma y sintió estar allí un inmenso ser encubierto, del cual le comunica Dios ciertos visos entreoscuros de su divina hermosura.

§ 11.5

Y así, sabedora el alma de esta verdad, ahora por palabras que Dios aquí respondió a Moisés, ahora también por lo que habemos dicho que siente aquí encubierto en la presencia de Dios, que no le podrá ver en su hermosura en este género de vida (porque aun de sólo traslucírsele desfallece, como habemos dicho), previene ella a la respuesta que se le puede dar, como a Moisés, y dice:

§ 11.5

Y así, sabedora el alma de esta verdad, ahora por palabras que Dios aquí respondió a Moisés, ahora también por lo que habemos dicho que siente aquí encubierto en la presencia de Dios, que no le podrá ver en su hermosura en este género de vida (porque aun de sólo traslucírsele desfallece, como habemos dicho), previene ella a la respuesta que se le puede dar, como a Moisés, y dice:

§ 12.4

Para inteligencia de lo cual y de los demás versos es de saber que la fe es comparada a la plata en las proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancia que en sí contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, desnudo el oro de la fe.

§ 12.5

Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas, las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en sus artículos cubiertas e informes.

§ 13.3

Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que le hizo decir: ¡Apártalos, Amado! Porque tal es la miseria del natural en esta vida, que aquello que al alma le es más vida y ella con tanto deseo desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida, de suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: Apártalos, Amado.

§ 13.5

Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más le costase, no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque, aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía.

§ 13.6

Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho, en aquella visitación del Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y destituye al cuerpo, y deja de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso, dijo san Pablo (2 Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo.

§ 13.11

Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación.

§ 13.11

Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo; porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque, así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios.

§ 13.12

Por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos dicho, moverá más (si así se puede decir) a que Dios le tenga más amor y se recree más en su alma.

§ 14.1

Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su pie, a este último vuelo que habemos dicho, extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de su caridad y amor.

§ 14.9

Y en declarar cómo esto sea nos habemos de detener algún tanto.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.14

Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toques aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia.

§ 14.16

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara, sino oscura, porque es contemplación, la cual en esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tiniebla; y así, podemos decir que es un rayo de imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición.

§ 14.17

En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí, hasta este punto, de este rapto desde la canción 13, que dice: Apártalos, Amado.

§ 14.18

Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia entendida.

§ 14.19

Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron o alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron o desencajaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecer a este tiempo.

§ 14.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia (es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho) encogiéronse las pieles de mis carnes, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 14.19

Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi presencia (es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho) encogiéronse las pieles de mis carnes, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.

§ 14.20

Pero dice que era imagen delante sus ojos, porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima, como imagen y rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.

§ 14.25

Y llama a esta música callada porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así, se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio.

§ 14.28

Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende por la visión divina (Ap. 3, 20); porque así como la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia que habemos dicho sosegada le hace sentir al alma cierto fin de males y posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que de antes estaba.

§ 14.29

Pero, para que se entienda mejor cómo sea esta cena para el alma (la cual cena, como habemos dicho es su Amado), conviene aquí notar lo que el mismo amado Esposo dice en el Apocalipsis (3, 20), es a saber: Yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno me abriere, entraré yo, cenaré con él, y él conmigo.

§ 14.29

Y así, en estas palabras se da a entender el efecto de la divina unión del alma con Dios, en la cual los mismos bienes propios de Dios se hacen comunes también al alma Esposa, comunicándoselos él, como habemos dicho, graciosa y largamente.

§ 14.30

Antes que entremos en la declaración de las demás canciones, conviene aquí advertir que no porque habemos dicho que en aqueste estado de desposorio, aunque habemos dicho que el alma goza de toda tranquilidad y que se le comunica todo lo más que se puede en esta vida, entiéndese que la tranquilidad sólo es según la parte superior; porque la parte sensitiva, hasta el estado del matrimonio espiritual nunca acaba de perder sus resabios, ni sujetar del todo sus fuerzas, como después se dirá; y que lo que se le comunica es lo más que se puede en razón de desposorio.

§ 14.30

Antes que entremos en la declaración de las demás canciones, conviene aquí advertir que no porque habemos dicho que en aqueste estado de desposorio, aunque habemos dicho que el alma goza de toda tranquilidad y que se le comunica todo lo más que se puede en esta vida, entiéndese que la tranquilidad sólo es según la parte superior; porque la parte sensitiva, hasta el estado del matrimonio espiritual nunca acaba de perder sus resabios, ni sujetar del todo sus fuerzas, como después se dirá; y que lo que se le comunica es lo más que se puede en razón de desposorio.

§ 15.4

Y algunas veces, como habemos dicho, suelen acudir a la memoria y fantasía muchas y varias formas de imaginaciones, y en la parte sensitiva se levantan muchos y varios movimientos y apetitos.

§ 15.8

Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de manera que le parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y de él, en que ambos se apacientan y deleitan.

§ 15.10

Dice que en esta montiña no parezca nadie, es a saber, representación y figura de cualquier objeto perteneciente a cualquiera de estas potencias o sentidos, que habemos dicho, no parezca delante el alma y el Esposo.

§ 16.5

Porque así como arriba ha llamado a la misma alma viña florecida, porque la flor de las virtudes que hay en ella le dan vino de dulce sabor, así aquí la llama también huerto, porque en ella están plantadas y nacen y crecen las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho.

§ 16.5

Porque las virtudes que el alma tiene en sí, adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como habemos dicho.

§ 16.8

Porque gana el gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante ellas, como acabamos de decir, se comunica en ella con más estrecho amor y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio actual de virtudes, que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana también la continuación y duración del tal sabor y suavidad de virtudes.

§ 17.5

Las flores, como habemos dicho, son las virtudes del alma; los rosales son las potencias de la misma alma; memoria, entendimiento y voluntad, las cuales llevan en sí y crían flores de conceptos divinos y actos de amor y las dichas virtudes.

§ 19.5

Lo cual se ha de entender así en las demás partes que habemos de declarar aquí, como son:

§ 19.9

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor; las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes, a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes; a veces también de parte del demonio, el cual al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción, variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la Esposa de su tálamo.

§ 19.15

Y es tan poco lo que habemos dicho de lo que aquí pasa y lo que se puede decir con palabras, que siempre se diría lo menos que en el alma que a este dichoso estado llega pasa; porque, si el alma atina a dar en la paz de Dios, que, como dice la Iglesia, sobrepuja todo sentido, quedará todo sentido, para hablar en ella, corto y mudo.

§ 19.16

Ya habemos dado a entender que por las amenas liras entiende aquí el Esposo la suavidad que de sí da al alma en este estado, por la cual hace cesar todas las molestias que habemos dicho en el alma.

§ 19.16

Ya habemos dado a entender que por las amenas liras entiende aquí el Esposo la suavidad que de sí da al alma en este estado, por la cual hace cesar todas las molestias que habemos dicho en el alma.

§ 19.17

Llamando iras a las dichas turbaciones y molestias de las afecciones y operaciones desordenadas que habemos dicho.

§ 20.3

Para declarar el orden de estas canciones más distintamente y dar a entender el que ordinariamente lleva el alma hasta llegar a este estado de matrimonio espiritual, que es el más alto de que ahora, mediante el favor divino, habemos de hablar, es de notar: que, antes que el alma aquí llegue, primero se ejercita en los trabajos y amarguras de la mortificación, y en la meditación de las cosas espirituales: que al principio dijo el alma desde la primera canción hasta aquella que dice: Mil gracias derramando.

§ 20.7

El cuello significa aquí la fortaleza del alma, mediante la cual como habemos dicho se hace esta junta y unión entre ella y el Esposo porque no podría el alma sufrir tan estrecho abrazo si no estuviese ya muy fuerte.

§ 22.3

Ya habemos dicho que este lecho del alma es el Esposo dijo de Dios, el cual está florido para el alma; porque, estando ella ya unida y recostada en él, hecha Esposa, se le comunica el pecho y el amor del Amado, lo cual es comunicársele la sabiduría, y secretos, y gracias, y virtudes, y dones de Dios, con los cuales está ella tan hermoseada y rica y llena de deleites, que le parece estar en un lecho de variedad de suaves flores divinas, que con su toque la deleitan y con su olor la recrean.

§ 22.7

Porque las virtudes y dotes que Dios pone en el lecho del alma, que son significadas por los maderos de Líbano y las columnas de plata, tiene su reclinatorio y recuesto de amor, que es el oro; porque como habemos dicho, en el amor se asientan y conservan las virtudes; y todas ellas, mediante la caridad de Dios y del alma, se ordenan entre sí y ejercitan, como acabamos de decir.

§ 22.8

Y porque este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna, ni de mundo, ni de demonio, ni de carne.

§ 22.9

Los cuales escudos son aquí las virtudes y dones del alma que aunque, como habemos dicho, son las flores, etc., de este lecho, también le sirven de corona y premio de su trabajo en haberlas ganado, y, no sólo eso, sino también de defensa, como fuertes escudos contra los vicios que con el ejercicio de ellas venció.

§ 23.4

Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga, sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al camino.

§ 23.5

En los dos versillos primeros habemos declarado que las almas, a zaga de la huella, discurren al camino con ejercicios y obras exteriores; y ahora en estos tres versillos da a entender el alma el ejercicio que interiormente estas almas hacen con la voluntad, movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que el Amado les hace; a las cuales llama aquí toque de centella y adobado vino; y al ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de estas dos visitas, llama emisiones de bálsamo divino.

§ 23.6

El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que hace al alma, la mano es la merced que en ello le hace; la manera por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el toque en más o en menos y en una manera o en otra de calidad espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la voluntad en que se hace el dicho toque, y el estremecerse es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo que de este toque redundan, según decíamos.

§ 23.9

Y porque habemos hablado de vino cocido, será bueno aquí notar brevemente la diferencia que hay del vino cocido, que llaman añejo, y entre el vino nuevo, que será la misma que hay entre los viejos y nuevos amadores, y servirá para un poco de doctrina para los espirituales.

§ 23.11

En este vino, pues, de amor ya probado y adobado en el alma, hace el divino Amado la embriaguez divina que habemos dicho, con cuya fuerza envía el alma a Dios las dulces y sabrosas emisiones.

§ 24.8

Y así, puede la voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como habemos dicho, todas ellas beben juntamente.

§ 24.13

Por lo cual los sabios de Dios y los sabios del mundo, los unos son insipientes para los otros, porque ni los unos pueden percibir la sabiduría de Dios y ciencia, ni los otros la del mundo; por cuanto la del mundo, como habemos dicho, es no saber acerca de la de Dios, y la de Dios acerca de la del mundo.

§ 24.19

Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos, tras de que se andan todavía, siguiéndolo, hasta que, entrándose a beber en esta interior bodega, lo pierden todo, quedando, como habemos dicho, hechos todos en amor; en la cual más fácilmente se consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y moho de los metales en el fuego.

§ 25.6

En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha unión, la pureza y perfección que para esto es menester; que, por cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo lo que tenía ajeno de Dios.

§ 25.8

Que amar a Dios en ellas, ahora sea sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de Dios.

§ 25.8

Que amar a Dios en ellas, ahora sea sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de Dios.

§ 26.5

Y todo este caudal de tal manera está ya empleado y enderezado a Dios que (aun sin advertencia del alma) todas las partes que habemos dicho de este caudal, en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos y apetitos, la esperanza, el gozo y luego todo el caudal de prima instancia se inclina a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por Dios.

§ 26.9

Aquí es de notar que, cuando el alma llega a este estado, todo el ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en hacer, ahora en padecer, de cualquier manera que sea, siempre la causa más amor y regalo en Dios, como habemos dicho; y hasta el mismo ejercicio de oración y trato con Dios que antes solía tener en otras consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor.

§ 29.1

Pues que el Esposo es las flores, pues es la flor del campo y el lirio de los valles, como él dice (Ct. 2, 1); y el cabello del amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella esta flor de las flores, pues, como dice el Apóstol (Cl. 3, 14), el amor es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios y el alma el acerico donde se asientan estas guirnaldas, pues ella es el sujeto de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la misma flor perfecta con perfección y hermosura de todas las flores; porque con tanta fuerza ase a los dos, es a saber, a Dios y al alma, este hilo del amor y los junta, que los transforma y hace uno por amor, de manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma.

§ 29.4

Porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltaría en todas; porque las virtudes, así como donde está una están todas, así también donde una falta, faltan todas.

§ 29.5

Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su amor viéndole solo, sino que también le amó viéndole fuerte; porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera.

§ 29.8

8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo del cabello, como dicen los versos antecedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar el vuelo y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó, por lo cual se prendó.

§ 31.7

Y porque con esta gracia ella está delante de Dios engrandecida, honrada y hermoseada, como habemos dicho, por eso es amada de él inefablemente.

§ 33.4

La soledad en que antes vivía era querer carecer por su Esposo de todas las cosas y bienes del mundo (según habemos dicho de la tortolilla) procurando hacerse perfecta, adquiriendo perfecta soledad, en que viene a la unión del Verbo y, por consiguiente, a todo refrigerio y descanso; lo cual es aquí significado por el nido que aquí dice, el cual significa descanso y reposo.

§ 34.2

Y por eso, como habemos dicho, esta alma ya no entiende sino en andar gozando de los deleites de este pasto.

§ 34.4

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento: que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho, todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 34.4

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento: que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho, todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

§ 35.2

Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro la hermosura de su Sabiduría divina, es, como habemos dicho, por venir a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de la Encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus obras.

§ 35.4

En los cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero por la estrechura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría.

§ 35.4

Y fue que, metiéndole en la caverna de la piedra, que (como habemos dicho) es Cristo, le mostró sus espaldas, que fue darle conocimiento de los misterios de la Humanidad de Cristo (Ex. 33, 18­23).

§ 36.4

Porque, demás de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente sin interese, como él nos ama, la hace amar con la fuerza que él la ama transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le da su misma fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello.

§ 37.5

Y yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor.

§ 37.6

Hasta aquí son palabras de san Pedro, en las cuales da claramente a entender que el alma participará al mismo Dios, que será obrando en él acompañadamente con él la obra de la Santísima Trinidad, de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios.

§ 37.6

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta (cuando se llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma) se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual CA

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cautelas

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Dichos de luz y amor

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Epistolario

§ 18

Harto nos habemos holgado que llegase Vuestra Reverencia bueno y que allá esté todo tan bien y el Sr.

§ 22

Tenga ánimo, mi hija, y dése mucho a la oración, olvidando eso y esotro, que, al fin, no tenemos otro bien ni arraigo ni consuelo sino éste, que después que lo habemos dejado todo por Dios, es justo que no anhelemos arrimo ni consuelo en cosa sino de él, y aún es gran misericordia... nos le tener, porque nos qu... con él y no se le dé nada qu... del alma, todo se lo bu... suelo; y pensando ella qu... su Majestad estará sa... como no estemos en desg... por más que sea no es.. lo haré.

§ 28

Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así, las mañanas.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Grados de Perfecciòn

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    La Subida del Monte Carmelo

§ 0

De esto habemos de tratar adelante con el favor divino, y de cómo se ha de haber el alma entonces y el confesor con ella, y qué indicios habrá para conocer si aquella es la purgación del alma, y, si lo es, si es del sentido o del espíritu, lo cual es la noche oscura que decimos, y cómo se podrá conocer si es melancolía u otra imperfección acerca del sentido o del espíritu.

§ 1.4.4

Y, por tanto, el alma que en él pone su afición, delante de Dios también es nada, y menos que nada; porque, como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza, y aun pone más bajo al que ama.

§ 1.4.8

En lo cual la Sabiduría divina habla con todos aquellos que ponen su corazón y afición en cualquiera cosa del mundo, según habemos ya dicho.

§ 1.5.1

Por lo dicho se puede echar, en alguna manera, de ver la distancia que hay de todo lo que las criaturas son en sí a lo que Dios es en sí, y cómo las almas que en alguna de ellas ponen su afición, esa misma distancia tienen de Dios; pues, como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza.

§ 1.5.4

Así, el que quiere amar otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a Dios, porque pone en una balanza con Dios lo que sumamente, como habemos dicho, dista de Dios.

§ 1.6.3

Pues, ¿qué tiene que ver el hambre que ponen todas las criaturas con la hartura (que causa el espíritu de Dios? Por eso, no puede entrar esta hartura) increada en el alma si no se echa primero esotra hambre criada del apetito del alma; pues, como habemos dicho, no pueden morar dos contrarios en un sujeto, los cuales en este caso son hambre y hartura.

§ 1.8.7

Habla el profeta con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera: Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas.

§ 1.11.3

Y digo conocidamente, porque sin advertirlo y conocerlo, o sin ser en su mano, bien caerá en imperfecciones y pecados veniales y en los apetitos naturales que habemos dicho; porque de estos tales pecados no tan voluntarios y subrepticios está escrito (Pv. 24, 16) que el justo caerá siete veces en el día y se levantará.

§ 1.11.5

Y ya habemos visto muchas personas a quien Dios hacía merced de llevar muy adelante en gran desasimiento y libertad, y por sólo comenzar a tomar un asimientillo de afición -y so color de bien- de conversación y amistad, írseles por allí vaciando el espíritu y gusto de Dios y santa soledad, caer de la alegría y enterez en los ejercicios espirituales y no parar hasta perderlo todo.

§ 1.12.2

Y es lo primero, si basta cualquier apetito para obrar y causar en el alma los dos males ya dichos, es a saber: privativo, que es privar al alma de la gracia de Dios, y el positivo, que es causar en ella los cinco daños principales que habemos dicho.

§ 1.13.1

De la cual trataremos en el cuarto libro, cuando habemos de tratar de los principiantes.

§ 1.13.1

Y porque allí habemos, con el favor divino, de dar muchos avisos a los principiantes, según las muchas imperfecciones que suelen tener en este camino, no me alargaré aquí en dar muchos; y porque también no es tan propio de este lugar darlos, pues de presente sólo tratamos de las causas por qué se llama noche este tránsito, y cuál sea ésta, y cuántas sus partes.

§ 1.14.1

Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que trata de la noche sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del sentido y por qué se llama noche; y también habiendo dado el orden y modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, síguese ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la dicha canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta noche que es la espiritual.

§ 1.15.2

Porque para esto le aprovechó salir en la noche oscura, que es en la privación de todos los gustos y mortificación de todos los apetitos, de la manera que habemos dicho.

§ 2.1.2

Por eso dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal ventura tiene que puede caminar por la oscuridad de la fe, tomándola por guía de ciego, saliendo él de todas las fantasmas naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como habemos dicho.

§ 2.2.3

Pues esta segunda parte de la fe habemos ahora de probar cómo es noche para el espíritu, así como la primera lo es para el sentido.

§ 2.3.4

Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los ejemplos dichos; porque, no solamente no hace noticia, y ciencia, pero, como habemos dicho, priva y ciega de otras cualesquier noticias y ciencia, para que puedan bien juzgar de ella.

§ 2.4.2

Digo, pues, que el alma, para haberse de guiar bien por la fe a este estado, no sólo se ha de quedar a oscuras según aquella parte que tiene respecto a las criaturas y a lo temporal, que es la sensitiva e inferior, de que habemos ya tratado sino que también se ha de cegar y oscurecer también según la parte que tiene respecto a Dios y a lo espiritual, que es la racional y superior, de que ahora vamos tratando.

§ 2.4.8

Porque, aunque se corta el hilo de lo que vamos tratando, no es fuera de propósito, pues en este lugar sirve para dar luz en lo mismo que se va tratando; y así, servirá el capítulo infrascrito como de paréntesis, puesto entre una misma entimema, pues luego habemos de venir a tratar en particular de las tres potencias del alma respecto de las tres virtudes teologales acerca de esta segunda noche.

§ 2.5.1

De eso a cada paso iremos tratando en el discurso, ahora de lo uno, ahora de lo otro, pues ahora no hace al caso para dar a entender lo que aquí habemos de decir de ellas, y muy mejor se dará a entender en sus lugares, cuando, yendo tratando de la misma materia, tengamos el ejemplo vivo junto al entendimiento presente, y allí se notará y entenderá cada cosa y se juzgará mejor de ella.

§ 2.5.4

De donde, aunque es verdad que, como habemos dicho, está Dios siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella con su asistencia, no, empero, siempre la comunica el ser sobrenatural.

§ 2.5.6

Y así, el alma es como esta vidriera, en la cual siempre está embistiendo o, por mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.

§ 2.6.1

Porque, como habemos dicho, el alma no se une con Dios en esta vida por el entender, ni por el gozar, ni por el imaginar, ni por otro cualquier sentido, sino sólo por la fe según el entendimiento, y por esperanza según la memoria, y por amor según la voluntad.

§ 2.6.2

Las cuales tres virtudes todas hacen, como habemos dicho, vacío en las potencias: la fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de entender; la esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión; y la caridad, vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de todo lo que no es Dios.

§ 2.6.6

A estas tres virtudes, pues, habemos de inducir las tres potencias del alma, informando a cada cual en cada una de ellas, desnudándola y poniéndola a oscuras de todo lo que no fueren estas tres virtudes.

§ 2.6.6

Y así como en la noche sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos visibles según el apetito, para que el alma saliese de su término al medio, que es la fe, así en esta noche espiritual daremos, con el favor de Dios, modo cómo las potencias espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como habemos dicho, y disposición para la unión del alma con Dios.

§ 2.7.1

Para haber ahora de tratar de la desnudez y pureza de las tres potencias del alma, era necesario otro mayor saber y espíritu que el mío, con que pudiese bien dar a entender a los espirituales cuán angosto sea este camino que dijo nuestro Salvador que guía a la vida, para que, persuadidos en esto, no se maravillen del vacío y desnudez en que en esta noche habemos de dejar las potencias del alma.

§ 2.7.2

Y también es de notar que primero dice que es angosta la puerta, para dar a entender que para entrar el alma por esta puerta de Cristo, que es el principio del camino, primero se ha de angostar y desnudar la voluntad en todas las cosas sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas ellas; lo cual pertenece a la noche del sentido, que habemos dicho.

§ 2.7.7

Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola, para que pueda caminar por esta angosta senda en todo lo que le puede pertenecer según el sentido, como habemos dicho, y según el alma, como ahora diremos, que es en su entender, y en su gozar, y en su sentir.

§ 2.8.3

En lo cual habemos de advertir que, entre todas las criaturas superiores ni inferiores, ninguna hay que próximamente junte con Dios ni tenga semejanza con su ser.

§ 2.8.4

Porque, si hablamos naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de las cosas que por los sentidos corporales se reciben, las cuales cosas, habemos dicho, no pueden servir de medio, no se puede aprovechar de la inteligencia natural.

§ 2.8.5

Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios; porque todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil y desproporcionado, como habemos dicho, a Dios.

§ 2.10.1

Para haber de tratar en particular del provecho y daño que pueden hacer al alma, acerca de este medio que habemos dicho de fe para la divina unión, las noticias y aprehensiones del entendimiento, es necesario poner aquí una distinción de todas las aprehensiones, así naturales como sobrenaturales, que puede recibir, para que luego por su orden más distintamente vayamos enderezando en ellas al entendimiento en la noche y oscuridad de la fe; lo cual será con la brevedad que pudiéremos.

§ 2.10.4

En ésta habemos de poner al alma, encaminándola a ella (por todas esotras, comenzando por las primeras, y desnudándola de ellas).

§ 2.11.1

Las primeras noticias que habemos dicho en el precedente capítulo son las que pertenecen al entendimiento por vía natural.

§ 2.11.1

De las cuales, porque habemos ya tratado en el primer libro, donde encaminamos al alma en la noche del sentido, no hablaremos aquí palabra, porque allí dimos doctrina congrua para el alma acerca de ellas.

§ 2.11.1

Por tanto, lo que habemos de tratar en el presente capítulo será de aquellas noticias y aprehensiones que solamente pertenecen al entendimiento sobrenaturalmente por vía de los sentidos corporales exteriores, que son: ver, oír, oler, gustar y tocar.

§ 2.11.3

Y así, yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro se pone de ser engañado, y, por lo menos, tendrá en sí total impedimento para ir a lo espiritual; porque todas aquellas cosas corporales no tienen, como habemos dicho, proporción alguna con las espirituales.

§ 2.11.7

El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a la fe las cosas que se experimentan con los sentidos; porque la fe, como habemos dicho, es sobre todo sentido.

§ 2.11.13

Heme alargado algo en estas aprehensiones exteriores por dar y abrir alguna más luz para las demás de que luego habemos de tratar.

§ 2.12.1

Y ese mismo orden habemos seguido hasta aquí; porque primero tratamos de desnudar los sentidos exteriores de las aprehensiones naturales de los objetos -y, por el consiguiente, a las fuerzas naturales de los apetitos, lo cual fue en el primer libro, donde hablamos de la noche del sentido- y luego comenzamos a desnudar a esos mismos sentidos de las aprehensiones exteriores sobrenaturales, que acaecen a los sentidos exteriores, según en el pasado capítulo acabamos de hacer, para encaminar al alma en la noche del espíritu.

§ 2.12.2

En este segundo libro, lo que primero ocurre ahora es al sentido corporal interior, que es la imaginativa y fantasía, de la cual también habemos de vaciar todas las formas y aprehensiones imaginarias que naturalmente en él pueden caer, y probar cómo es imposible que el alma llegue a la unión de Dios hasta que cese su operación en ellas, por cuanto no pueden ser propio medio y próximo de la tal unión.

§ 2.12.3

Por lo cual, cuando no los nombraremos a entrambos, téngase por entendido según aquí habemos de ellos dicho.

§ 2.12.3

Las cuales pueden ser en dos maneras: unas sobrenaturales, que sin obra de estos sentidos se pueden representar, y representan a ellos pasivamente; las cuales llamamos visiones imaginarias por vía sobrenatural, de que habemos de hablar después.

§ 2.12.6

En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en aquella manera primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual.

§ 2.13.6

Contra lo cual ha de tener la tercera, que es noticia y atención amorosa en paz, etc., como habemos dicho.

§ 2.14.5

Acerca de la segunda señal poco hay que decir, porque ya se ve que de necesidad no ha de gustar el alma en este tiempo de otras imágenes diferentes, que son del mundo; pues de las que son más conformes, que son las de Dios, según habemos dicho, no gusta, por las causas ya dichas.

§ 2.14.6

Y que la tercera señal sea conveniente y necesaria para poder dejar la dicha meditación, la cual es la noticia o advertencia general en Dios y amorosa, tampoco entiendo era menester decir aquí nada, por cuanto ya en la primera queda dado a entender algo y, después, de ella habemos de tratar de propósito cuando hablemos de esta noticia general y confusa en su lugar, que será después de todas las aprehensiones particulares del entendimiento.

§ 2.14.6

Porque, como habemos dicho, mediante las potencias sensitivas puede ella discurrir y buscar y obrar las noticias de los objetos; y mediante las potencias espirituales puede gozar las noticias ya recibidas en estas dichas potencias, sin que obren ya las potencias.

§ 2.14.7

Y así, (si) acerca del obrar con las potencias sensitivas, que es la meditación y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en las potencias espirituales, que es la contemplación y noticia que habemos dicho, no estuviese el alma empleada estando ociosa de las unas y de las otras, no había de dónde ni por dónde se pudiese decir que estaba el alma empleada.

§ 2.14.11

De donde, aunque (como habemos dicho) al alma en esta noticia le parezca que no hace nada, ni está empleada en nada, porque no obra nada con los sentidos ni con las potencias, crea que no se está perdiendo tiempo, porque, aunque cese la armonía de las potencias del alma, la inteligencia de ella está de la manera que habemos dicho.

§ 2.14.11

De donde, aunque (como habemos dicho) al alma en esta noticia le parezca que no hace nada, ni está empleada en nada, porque no obra nada con los sentidos ni con las potencias, crea que no se está perdiendo tiempo, porque, aunque cese la armonía de las potencias del alma, la inteligencia de ella está de la manera que habemos dicho.

§ 2.14.12

Que, para que sea la que basta en el caso que vamos tratando, basta que el entendimiento esté abstraído de cualquiera noticia particular, ahora temporal, ahora espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar acerca de unas ni de otras, como habemos dicho, porque entonces es señal que está el alma empleada.

§ 2.14.13

Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar empleada en esta noticia para haber de dejar la vía del discurso espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace nada el alma, está bien empleada, si se ve con las dichas señales, y para que también se entienda, por la comparación que habemos dicho, cómo, no porque esta luz se represente al entendimiento más comprehensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo cuando está lleno de átomos, por eso la ha de tener el alma por más pura, subida y clara; pues está claro que, según dice Aristóteles y los teólogos, cuanto más alta es la luz divina y más subida, más oscura es para nuestro entendimiento.

§ 2.14.14

Todo lo dejamos para su lugar, porque aun lo que habemos dicho en éste no había para qué alargarnos tanto, si no fuera por (no) dejar esta doctrina algo más confusa de lo que queda, porque es cierto, yo confieso lo queda mucho.

§ 2.15.1

Podría acerca de lo dicho haber una duda, y es si los aprovechantes, que es a los que Dios comienza a poner en esta noticia sobrenatural de contemplación de que habemos hablado, por el mismo caso que la comienzan a tener, no hayan ya para siempre de aprovecharse de la vía de meditación y discurso y formas naturales.

§ 2.15.1

A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho.

§ 2.15.1

A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho.

§ 2.15.2

Pero, puesta el alma en ella, ya habemos dicho que el alma no obra nada con las potencias; que entonces antes es verdad decir que se obra en ella y que está obrada la inteligencia y sabor, que no que obre ella alguna cosa, sino solamente tener advertencia el alma con amar a Dios, sin querer sentir ni ver nada.

§ 2.15.5

Y si, como habemos dicho, le hiciere escrúpulo de que no hace nada, advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacate, et videte quoniam ego sum Deus; como si dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es a saber, interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios.

§ 2.16.1

Ya que habemos tratado de las aprehensiones que naturalmente pueden en sí recibir y en ellas obrar con (su) discurso la fantasía e imaginativa, conviene aquí tratar de las sobrenaturales, que se llaman visiones imaginarias, que también, por estar ellas debajo de imagen y forma y figura, pertenecen a este sentido, ni más ni menos que las naturales.

§ 2.16.4

Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente acude el demonio con sus ardides, ahora naturales, ahora sobrenaturales; porque ésta es la puerta y entrada para el alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar, como a puerta o plaza de su provisión.

§ 2.16.7

Y de esto la razón es porque todas estas formas ya dichas siempre en su aprehensión se representan, según habemos dicho, debajo de algunas maneras y modos limitados, y la Sabiduría de Dios, en que se ha de unir el entendimiento, ningún modo ni manera tiene, ni cae debajo de algún límite ni inteligencia distinta y particularmente, porque totalmente es pura y sencilla.

§ 2.16.8

Pero dice que había allí tinieblas, y nube, y oscuridad, que es la noticia confusa y oscura que habemos dicho, en que se une el alma con Dios.

§ 2.16.10

Porque estas visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, también como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como también queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.

§ 2.16.11

Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la voluntad y afecto de las aprehensiones de las manchas de aquellas formas, imágenes y figuras en que vienen envueltas las comunicaciones espirituales que habemos dicho, no sólo no se priva de estas comunicaciones y bienes que causan, mas se dispone mucho más para recibirlas con más abundancia, claridad y libertad de espíritu y sencillez, dejadas aparte todas aquellas aprehensiones, que son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí hay, y así ocupan el espíritu y sentido, si en ellas se quisiese cebar, de manera que sencilla y libremente no se pueda comunicar el espíritu; porque, estando ocupada con aquella corteza, está claro que no tiene libertad el entendimiento para recibir (aquellas formas).

§ 2.17.1

Y por eso, en este capítulo, solamente diré lo que basta para satisfacer a nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones sobrenaturales hay tanto peligro y embarazo para ir adelante, como habemos dicho, ¿por qué Dios, que es sapientísimo y amigo de apartar de las almas tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?

§ 2.17.4

Y ya éstos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos y espiritualizarlos más con algunas visiones sobrenaturales, que son las que aquí vamos llamando imaginaria, en las cuales juntamente, como habemos dicho, se aprovecha mucho el espíritu, el cual, así en las unas como en las otras, se va desenrudeciendo y reformando poco a poco.

§ 2.17.5

De esta manera, pues, la va Dios instruyendo y haciéndola espiritual, comenzándole a comunicar lo espiritual desde las cosas exteriores, palpables y acomodadas al sentido, según la pequeñez y poca capacidad del alma, para que mediante la corteza de aquellas cosas sensibles, que de suyo son buenas, vaya el espíritu haciendo actos particulares y recibiendo tantos bocados de comunicación espiritual, que venga a hacer hábito en lo espiritual y llegue a actual sustancia de espíritu, que es ajena de todo sentido; al cual, como habemos dicho, no puede llegar el alma sino muy poco a poco, a su modo, por el sentido, a que siempre ha estado asida.

§ 2.17.6

Ya habemos dado a entender cómo las cosas del sentido y el conocimiento que el espíritu puede sacar por ellas son ejercicio de pequeñuelo.

§ 2.17.7

La una porque él, como habemos dicho, hace en el alma su efecto, sin que ella sea parte para impedirlo, aunque impida y pueda impedir la visión, lo cual acaece muchas veces.

§ 2.17.9

Y así, se toma de estas cosas sólo lo que Dios pretende y quiere, que es el espíritu de devoción, pues que no las da para otro fin principal; y se deja lo que él dejaría de dar, si se pudiese recibir en el espíritu sin ello (como habemos dicho, que es el ejercicio y aprehensión del sentido).

§ 2.18.7

Pero no hilemos ahora tan delgado, sino hablemos de cuando el confesor, ahora sea inclinado a eso, ahora no, no tiene el recato que ha de tener en desembarazar el alma y desnudar el apetito de su discípulo en estas cosas, antes se pone a platicar de ello con él, y lo principal del lenguaje espiritual, como habemos dicho, pone en esas visiones, dándoles indicios para conocer las visiones buenas y malas.

§ 2.18.8

Pensaban ellos primero dos cosas: la una, que era de Dios, pues tanto se les asentaba primero, y puede ser el natural inclinado a ello que causa aquel asiento, como habemos dicho; y que, la segunda, siendo de Dios, había de salir así como en ellas entendían o pensaban.

§ 2.19.7

Y así decían, como también dice Jeremías (8, 15): Exspectavimus pacem, et non est bonum; esto es: Esperando habemos paz, y no hay quien de paz.

§ 2.19.14

Y así, es lo más acertado y seguro hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales, acostumbrándolas, como habemos dicho, a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.

§ 2.20.6

Y dirásme, por ventura: Pues si no lo habemos de entender ni entremeternos en ello, ¿por qué nos comunica Dios esas cosas? Ya he dicho que cada cosa se entenderá en su tiempo por orden del que lo habló, y entenderlo ha quien él quisiere, y se verá que convino así, porque no hace Dios cosa sin causa y verdad.

§ 2.20.6

Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo; porque, como (habemos) dicho, mucho de ello no lo veían acaecer como a la letra se les decía.

§ 2.21.1

Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues Dios algunas veces responde a instancia de ello, que es aquél buen término y que Dios gusta de él; como quiera que sea verdad que, aunque les responde, ni es buen término ni Dios gusta de él, antes disgusta; y no sólo eso, mas muchas veces se enoja y ofende mucho.

§ 2.21.2

Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la parte.

§ 2.21.4

Y tanto nos habemos de aprovechar de la razón y doctrina evangélica, que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo habemos de recibir aquello que cae en mucha razón y ley evangélica.

§ 2.21.4

Y tanto nos habemos de aprovechar de la razón y doctrina evangélica, que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo habemos de recibir aquello que cae en mucha razón y ley evangélica.

§ 2.21.14

Parece que nos habemos salido algo del propósito que prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque Dios responde, se queja algunas veces.

§ 2.22.2

En el capítulo precedente habemos dicho cómo no es voluntad de Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas de visiones o locuciones, etc.

§ 2.22.2

Por otra parte habemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja y era lícito; y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba.

§ 2.22.3

A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, (y obraba), y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios); y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas no preguntaban a su boca para que él respondiese, encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada.

§ 2.22.7

Y quien quisiere ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como habemos dicho, era notar falta en Dios de que no había dado todo lo bastante en su Hijo.

§ 2.22.7

Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales; que para todo hallaremos abundante medicina por esta vía.

§ 2.22.16

Porque, aunque parece que no había para qué dar cuenta ni para qué gastar en eso tiempo, pues con desecharlo y no hacer caso de ello ni quererlo, como habemos dicho, queda el alma segura (mayormente cuando son cosas de visiones o revelaciones u otras comunicaciones sobrenaturales, que o son claras o va poco en que sean o no sean) todavía es muy necesario, aunque al alma le parezca que no hay para qué, decirlo todo.

§ 2.22.16

La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.

§ 2.22.16

La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.

§ 2.22.16

La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.

§ 2.22.19

Pero hase de advertir acerca de lo dicho que no, porque habemos puesto tanto en que las tales cosas se desechen y que no pongan los confesores a las almas en el lenguaje de ellas, convendrá que las muestren desabrimiento los padres espirituales acerca de ellas, ni de tal manera les hagan desvíos y desprecio en ellas, que les den ocasión a que se encojan y no se atrevan a manifestarlas, que será ocasión de dar en muchos inconvenientes si les cerrasen la puerta para decirlas.

§ 2.22.19

Porque, pues, (como habemos dicho), es medio y modo por donde Dios lleva las tales almas, no hay para qué estar mal con él ni por qué espantarse ni escandalizarse de él, sino antes con mucha benignidad y sosiego; poniéndoles ánimo y dándoles salida para que lo digan y, si fuere menester, poniéndoles precepto, porque, a veces, en la dificultad que algunas almas sienten en tratarlo, todo es menester.

§ 2.23.1

Aunque la doctrina que habemos dado acerca de las aprehensiones del entendimiento que son por vía del sentido, según lo que de ellas había de tratar, queda algo corta, no he querido alargarme más en ella; pues, aun para cumplir con el intento que yo aquí llevo, que es desembarazar el entendimiento de ellas y encaminarle a la noche de la fe, antes entiendo me he alargado demasiado.

§ 2.23.2

Que, por cuanto todos los objetos de los demás sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí es que, así como (a) los ojos corporales todo lo que es visible corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le causa visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es verlo.

§ 2.24.1

La cual visión dice santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que fue en la lumbre derivada de arriba, que habemos dicho.

§ 2.24.2

Y también en los Jueces (13, 22), pensando Manué, padre de Sansón, que había visto esencialmente, el ángel que hablaba con él y con su mujer, el cual les había aparecido en forma de varón muy hermoso, dijo a su mujer: Morte moriemur, quia vidimus Dominum, que quiere decir: Moriremos, porque habemos visto al Señor.

§ 2.24.4

Porque a éstos se endereza y encamina nuestra pluma, que es a la divina junta y unión del alma con la Sustancia divina, lo cual ha de ser cuando tratemos de la inteligencia mística y confusa u oscura que queda por decir, donde habemos de tratar cómo, mediante esta noticia amorosa y oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y divino.

§ 2.24.5

Porque, así como ven los ojos las cosas corporales mediante la luz natural, así el alma con el entendimiento, mediante la lumbre derivada sobrenaturalmente, que habemos dicho, ve interiormente esas mismas cosas naturales y otras, cuales Dios quiere, sino que hay diferencia en el modo y en la manera.

§ 2.24.8

Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo, que es la fe.

§ 2.26.3

De donde es de notar que este género de noticias se distingue en dos maneras de ellas; porque unas acaecen al alma acerca del Criador, otras acerca de las criaturas, como habemos dicho.

§ 2.26.10

Y en éstas no digo que se haya negativamente, como en las demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión, como habemos dicho, en que vamos encaminando al alma; por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras.

§ 2.26.11

La segunda manera de noticias o visiones de verdades interiores es muy diferente de esta que habemos dicho, porque es de cosas más bajas que Dios y en éstas se encierra el conocimiento de la verdad de las cosas en sí y el de los hechos y casos que acaecen entre los hombres.

§ 2.26.11

Y aunque el alma tiene aquello que entiende por tan cierto y verdadero como habemos dicho, y no puede dejar de tener aquel consentimiento interior pasivo, no por eso ha de dejar de creer y dar el consentimiento de la razón a lo que le dijere y mandare su maestro espiritual, aunque sea muy contrario a aquello que siente, para enderezar de esta manera el alma en fe a la divina unión, a la cual ha de caminar el alma más creyendo que entendiendo.

§ 2.26.18

Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aun la dañarían harto y harían errar mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos dicho que puede haber en las aprehensiones sobrenaturales que habemos tratado hasta aquí y más puede haber en éstas.

§ 2.26.18

Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aun la dañarían harto y harían errar mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos dicho que puede haber en las aprehensiones sobrenaturales que habemos tratado hasta aquí y más puede haber en éstas.

§ 2.26.18

Por tanto, no me alargaré más aquí en esto, pues en las pasadas habemos dado doctrina bastante, sino sólo diré que haya gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber; y siempre dé cuenta a su confesor (o maestro) espiritual, estando siempre a lo que dijere.

§ 2.27.1

Que, por ser cosa clara y llana, no quiero gastar tiempo en alegarlos aquí, sino decir que estas revelaciones no sólo acaecen de palabra, porque las hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con palabras solas, a veces por señales solas y figuras e imágenes y semejanzas solas, a veces juntamente con lo uno y con lo otro, como también es de ver en los Profetas, particularmente en todo el Apocalipsis, donde no solamente se hallan todos los géneros de revelaciones que habemos dicho, mas también los modos y maneras que aquí decimos.

§ 2.27.3

Y, por tanto, si acerca de la primera manera y la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo que toca a nuestra fe, se nos revelase algo de nuevo o cosa diferente, en ninguna manera habemos de dar el consentimiento, aunque tuviésemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo; porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo: Licet nos, aut angelus de caelo evangelizet vobis praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de la que os habemos predicado, sea anatema.

§ 2.27.3

Y, por tanto, si acerca de la primera manera y la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo que toca a nuestra fe, se nos revelase algo de nuevo o cosa diferente, en ninguna manera habemos de dar el consentimiento, aunque tuviésemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo; porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo: Licet nos, aut angelus de caelo evangelizet vobis praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de la que os habemos predicado, sea anatema.

§ 2.29.4

Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios, y suponen que es así, diciendo: "Díjome Dios"," respondióme Dios"; y no será así, sino que, como habemos dicho, ellos las más veces se lo dicen.

§ 2.32.4

Para (dar) cautela y encaminar al entendimiento por estas noticias en fe a la unión con Dios, no es menester aquí gastar mucho almacén; porque, como quiera que los sentimientos que habemos dicho se hagan pasivamente en el alma, sin que ella haga algo de su parte efectivamente para recibirlos, así también las noticias de ellos se reciben pasivamente en el entendimiento que llaman los filósofos posible, sin que él haga nada de su parte.

§ 2.32.4

Porque, como habemos dicho que acaece en las palabras sucesivas, facilísimamente con su actividad turbará y deshará aquellas noticias delicadas, que son una sabrosa inteligencia sobrenatural a que no llega el natural ni la puede comprehender haciendo, sino recibiendo.

§ 3.2.1

Necesario le es al lector advertir en cada libro de éstos al propósito que vamos hablando, porque, si no, podránle nacer muchas dudas acerca de lo que fuere leyendo, como ahora las podría tener en lo que habemos dicho del entendimiento y ahora diremos de la memoria, y después diremos de la voluntad.

§ 3.2.4

Porque esto no puede ser (si no se desnuda totalmente) de todas las formas, que no son Dios, pues Dios no cae debajo de forma ni noticia alguna distinta, como lo habemos dicho en la noche del entendimiento.

§ 3.3.4

Por lo cual, mejor es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable Dios; porque, como habemos dicho, para este estado las operaciones naturales se han de perder de vista, lo cual se hace, como cuando dice el profeta (Os. 2, 14), cuando venga el alma según estas sus potencias a soledad y le hable Dios al corazón.

§ 3.5.3

Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones de la memoria, como quiera que el alma no puede advertir más que una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles, como son las noticias de la memoria, no es posible que esté libre para lo incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.

§ 3.6.1

Por los daños que habemos dicho que al alma tocan por las aprehensiones de la memoria, podemos también colegir los provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vacío de ellas; pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve para un contrario sirve también para el otro.

§ 3.6.4

Donde da a entender que en todos los casos, por adversos que sean, antes nos habemos de alegrar que turbar, por no perder el mayor bien que toda la prosperidad, que es la tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas adversas y prósperas, llevándolas todas de una manera.

§ 3.7.1

Aunque en el primer género de aprehensiones naturales habemos dado doctrina también para las imaginarias, que son naturales, convenía hacer esta división por amor de otras formas y noticias que guarda la memoria en sí, que son de cosas sobrenaturales, así como de visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos por vía sobrenatural.

§ 3.7.2

Porque siempre habemos de llevar este presupuesto: que cuanto el alma más presa hace en alguna aprehensión natural o sobrenatural distinta y clara, menos capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el abismo de la fe, donde todo lo demás se absorbe.

§ 3.11.1

De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.

§ 3.11.1

De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.

§ 3.13.2

Y que, claro está que, pues Dios lo da, para bien lo da y buen efecto hará; que no habemos de arrojar las margaritas a mal.

§ 3.13.3

De donde no es menester que la voluntad haga acto de admitirlas, porque, como también habemos dicho, si el alma entonces quiere obrar con sus potencias, antes con su operación baja natural impediría la sobrenatural que por medio de estas aprehensiones obra Dios entonces en ella, que sacase algún provecho de su ejercicio de obra, sino que, así como se le da al alma pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones imaginarias, así pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin poner sus acciones interiores o exteriores en nada.

§ 3.13.4

De donde también se saca que, si el alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho, porque, como decimos, no pueden llegar de suyo al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio de ellas.

§ 3.17.2

El gozo puede nacer de seis géneros de cosas o bienes, conviene a saber: temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales, acerca de los cuales habemos de ir por su orden poniendo la voluntad en razón, para que no, embarazada con ellos, deje de poner la fuerza de su gozo en Dios.

§ 3.17.2

Para todo ello conviene presuponer un fundamento, que será como un báculo en que nos habemos de ir siempre arrimando.

§ 3.17.2

Y conviene llevarle entendido, porque es la luz por donde nos habemos de guiar y entender en esta doctrina y enderezar en todos estos bienes el gozo a Dios, y es: que la voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y honra de Dios, y que la mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfección evangélica; y lo que es fuera de esto es de ningún valor y provecho para el hombre.

§ 3.18.6

Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos enseña él (1 Cor. 7, 29­31) por estas palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo, como los que no le usan).

§ 3.19.11

Mas a los que menos daños hace es de tener harta lástima, pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrás en la vía de Dios.

§ 3.20.2

Pues no sólo se libra de los pestíferos daños que habemos dicho en el precedente capítulo, pero, demás de eso, en quitar el gozo de los bienes temporales adquiere virtud de liberalidad, que es una de las principales condiciones de Dios, la cual en ninguna manera se puede tener con codicia.

§ 3.20.4

De donde habemos de creer que todas las veces que vanamente nos gozamos está Dios mirando y diciendo algún castigo y trago amargo según lo merecido, que, a veces, sea más de ciento tanto más la pena que redunda del (tal) gozo que lo que se gozó.

§ 3.21.1

Donde, por este temor, habemos visto que muchas personas espirituales, que tenían algunas partes de éstas, alcanzaron de Dios con oraciones que las desfigurase, por no ser causa y ocasión a sí o a otras personas de alguna afición o gozo vano.

§ 3.24.2

Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos objetos sensibles, encaminándola a Dios por ellos, es necesario presuponer una verdad, y es: que, como muchas veces habemos dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que vamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni comprehender a Dios como Dios es.

§ 3.25.1

Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas sensuales le puede nacer, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que habemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo, se le siguen de éste, que es de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc.

§ 3.25.8

Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños, como habemos dicho, acerca de los bienes naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

§ 3.26.3

El segundo provecho espiritual que saca en no se querer gozar acerca de lo sensible es excelente, conviene a saber: que podemos decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se hace racional y aún que de hombre camina a porción angelical, y que de temporal y humano se hace divino y celestial; porque, así como el hombre que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos que habemos dicho, es a saber: sensual, animal, temporal, etcétera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos éstos, conviene a saber: espiritual, celestial, etc.

§ 3.27.4

Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto causan los bienes temporales que habemos dicho, no debe parar su gozo en esta primera manera, como habemos dicho de los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna y que sin ésta todo lo de acá y de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.

§ 3.27.4

Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto causan los bienes temporales que habemos dicho, no debe parar su gozo en esta primera manera, como habemos dicho de los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna y que sin ésta todo lo de acá y de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.

§ 3.30.2

Los cuales bienes, aunque es verdad que también son espirituales, como los del mismo género que habemos de tratar luego, todavía, porque hay mucha diferencia entre ellos, he querido hacer de ellos distinción.

§ 3.31.10

El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras caen en vanagloria o en alguna vanidad; porque aun el mismo gozo de estas maravillas, no siendo puramente, como habemos dicho, en Dios y para Dios, es vanidad.

§ 3.32.1

Lo cual quiso decir David en el verso que habemos alegado al principio de la noche de esta potencia (Sal. 63, 7), es a saber: Allegarse (ha) el hombre al corazón alto, y será Dios ensalzado; porque, levantando el corazón sobre todas las cosas, se ensalza en el alma sobre todas ellas.

§ 3.33.1

Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el espíritu por los bienes espirituales hasta la divina unión del alma con Dios, ahora que en este sexto género habemos de tratar de los bienes espirituales, que son los que más sirven para este negocio, convendrá que, así yo como el lector, pongamos aquí con particular advertencia nuestra consideración.

§ 3.33.5

Dejados, pues, para después los bienes penosos, porque pertenecen a la noche pasiva, donde habemos de hablar de ellos, y también los sabrosos que decimos ser de cosas confusas y no distintas para tratar a la postre, por cuanto pertenecen a la noticia general, confusa, amorosa, en que se hace la unión del alma con Dios (lo cual dejamos en el libro segundo, difiriéndolo para tratar a la postre), diremos aquí ahora de aquellos bienes sabrosos que son de cosas claras y distintas.

§ 3.36.2

Y así, si la misma devoción tuvieses tú y fe en Nuestra Señora delante de esta su imagen que delante de aquélla, que representa la misma y aun sin ella, como habemos dicho, las mismas mercedes recibirías.

§ 3.37.2

Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar en este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con bajo estilo e ignorantemente de las imágenes, o ser engañado natural o sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que arriba habemos tocado) y también para purificar el gozo de la voluntad en ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el intento que en el uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia quiero poner que bastará para todo, y es que, pues las imágenes nos sirven para motivo de las cosas invisibles, que en ellas solamente procuremos el motivo y afección y gozo de la voluntad en lo vivo que representan.

§ 3.38.2

Y a Dios no le quieren más así que así, mas antes menos, pues el gusto que ponen en aquellos ornatos pintados quitan a lo vivo, como habemos dicho.

§ 3.40.1

Y a esta consideración nos envía la autoridad que habemos alegado de Cristo (Jn. 4, 24), es a saber: a los verdaderos adoradores conviene adorar en espíritu y verdad.

§ 3.43.1

Los gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las cosas que habemos dicho muchas personas tienen, por ventura son algo tolerables por ir ellas en ello algo inocentemente; del grande arrimo que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de la fe, es insufrible.

§ 3.44.4

Y así, no hay para qué señalar limitado tiempo ni días limitados, ni señalar éstos más que aquéllos para nuestras devociones, ni hay para qué otros modos ni retruécanos de palabras ni oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las usa, porque todas se reducen a las que habemos dicho del Pater noster.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva A

§ 1.1.15

Que, por cuanto el alma según sus potencias y su sustancia está purgada y purísima, profunda y sutil y subidamente la absorbe en sí la Sabiduría con su llama; la cual Sabiduría toca desde un fin hasta otro fin por su limpieza (Sab. 7, 24), y en aquel absorbimiento de Sabiduría el Espíritu Santo ejercita los vibramientos gloriosos de su llama, que habemos dicho.

§ 1.1.24

Todo lo cual se rompió por los encuentros de esta llama cuando era esquiva; porque en la purgación espiritual, como habemos dicho arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida sensitiva.

§ 1.1.29

Y es porque siente el alma en Dios, como habemos dicho, infinita gana de que se le acabe la vida para consumarla en gloria; sino que, como no ha llegado el tiempo, no se hace; y así, para la más consumar y elevar de la carne, hace él en ella unos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que verdaderamente son encuentros, con que siempre penetra endiosando la sustancia del alma y haciéndola divina.

§ 1.1.29

En el cual, porque el alma vivamente gusta de Dios, le llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este estado recibe dejan de ser dulces y sabrosos, sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla.

§ 2.1.8

Mas otra manera de cauterizar el alma suele haber también muy subida, y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en este amor, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho (aunque harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), y es que acaecerá que el alma sienta embestir en ella un serafín con un dardo herbolado de amor encendidísimo, traspasando esta ascua encendida del alma, o, por mejor decir, aquella llama, y cauterizarla subidamente; y entonces, en este cauterizar traspasándola, apresúrase la llama y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean y trabucan el fuego se afervora la llama y se aviva el fuego.

§ 3.1.8

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, que en ella él las revertía como una abundosa fuente que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que esta comunicación es luz y fuego de estas lámparas de Dios, es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que desea.

§ 3.1.10

Y los movimientos de esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba dicho, no los hace sólo el alma que está transformada en la llama del Espíritu Santo, ni los hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado.

§ 3.1.31

Y así, entonces el alma se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa siempre y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 3.1.32

Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia pasiva amorosa que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural sino es cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que la está Dios comunicando sobrenaturalmente en la noticia amorosa.

§ 3.1.32

Lo cual es el principio en ejercicio de purgación, como habemos dicho arriba, y después, en más suavidad de amor.

§ 3.1.33

Porque ya habemos dicho que la contemplación es recibir, y no es posible que esta altísima sabiduría y linaje de contemplación se pueda recibir sino en espíritu callado y desarrimado de jugos y noticias, porque así lo dice Isaías (28, 9), diciendo: ¿A quién enseñará la ciencia y a quién hará oír lo oído? A los destetados de leche, esto es, de los jugos y gustos, y a los desarraigados de los pechos, esto es, de los arrimos de noticias y actos particulares.

§ 3.1.42

Pero en la contemplación de que vamos hablando, en que Dios, como habemos dicho, infunde en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos; porque en un acto le está Dios comunicando noticia amorosa, que es juntamente como luz caliente sin distinción alguna; y entonces, al modo que es la inteligencia, es también el amor en la voluntad.

§ 3.1.54

Y en esto las distrae y saca facilísimamente de aquella soledad y recogimiento en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está obrando aquellas grandezas secretamente.

§ 3.1.55

Y hace el demonio tanto de esto, que es para admirar; que, con ser mayor un poco de daño en esta parte que hacer mucho en otras almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma, que vaya por este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes pérdidas.

§ 3.1.55

Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando al alma con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho, cosas sensibles, porque se detenga en ellas y no se le escape.

§ 3.1.57

El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño.

§ 3.1.59

Donde habemos de notar que, si los ungüentos que disponían estas cavernas para la unión del matrimonio espiritual son tan subidos, como habemos dicho, ¿cuál será la posesión que ahora tienen? Cierto, que conforme a la sed y hambre y pasión de las cavernas será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones será el primor de la posesión y fruición del sentido, el cual es el vigor y virtud que tiene la sustancia del alma para sentir y gozar los objetos de las potencias.

§ 3.1.59

Donde habemos de notar que, si los ungüentos que disponían estas cavernas para la unión del matrimonio espiritual son tan subidos, como habemos dicho, ¿cuál será la posesión que ahora tienen? Cierto, que conforme a la sed y hambre y pasión de las cavernas será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones será el primor de la posesión y fruición del sentido, el cual es el vigor y virtud que tiene la sustancia del alma para sentir y gozar los objetos de las potencias.

§ 3.1.62

Porque estar en tinieblas es estar ciego, como habemos dicho, en pecado; pero estar a oscuras, puédelo estar sin pecado.

§ 3.1.64

Porque, estando aquella catarata y nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color, otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata es Dios, porque no ve, como habemos dicho, más que catarata, que está sobre el sentido, y Dios no cae en sentido.

§ 3.1.67

Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan mirífica y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo, están ellas enviando a Dios en Dios, de más de la entrega que hacen a Dios, estando clarificadas y encendidas en Dios, esos mismos resplandores que tiene recibidos con amorosa gloria, inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas también ellas lámparas divinas, dando al Amado de la misma luz v calor de amor que recibe.

§ 3.1.71

Pero los primores con que el alma hace esta entrega, habemos aquí de notar brevemente.

§ 4.1.14

Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce abrazo.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva B

§ 0

De manera que para que el alma esté en su centro, que es Dios, según lo que habemos dicho, basta que tenga un grado de amor, porque por uno solo se une con él por gracia.

§ 0

Y si esto usa con algunas almas, como es verdad que lo usa, de creer es de que ésta de que vamos hablando no se quedará atrás en estas mercedes de Dios; pues que lo que de ella vamos diciendo, según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo uno es como ascua encendida, y lo otro, según habemos dicho, como ascua en que tanto se afervora el fuego, que no solamente está encendida, sino echando llama viva.

§ 0

Que, aunque, como habemos dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía en comparación de la otra unión común, es como horno encendido, con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.

§ 0

Y el declarar cómo esto sea nos habemos de detener algún tanto.

§ 0

Basta saber ahora que el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la luz y calor de su divina llama, así como el mismo fuego que entra en el madero es el que le dispone, como antes habemos dicho.

§ 0

Y es la razón porque sintiendo el alma en Dios infinita gana, como habemos dicho, de que se acabe la vida y que, como no ha llegado el tiempo de su perfección, no se hace, echa de ver que para consumarla y elevarla de la carne, hace él en ella estos embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que, como son a fin de purificarla y sacarla de la carne, verdaderamente son encuentros con que siempre penetra, endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios.

§ 0

Y la causa es porque la encontró Dios y la traspasó en el Espíritu Santo vivamente, cuyas comunicaciones son impetuosas, cuando son afervoradas, como lo es este encuentro; al cual, porque en él el alma vivamente gusta de Dios, llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este estado recibe dejen de ser dulces, sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla presto.

§ 0

Este cauterio, como habemos dicho, es aquí el Espíritu Santo, porque, como dice Moisés en el Deuteronomio (4, 24): nuestro Señor es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir y transformar en sí el alma que tocare.

§ 0

Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar, transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego.

§ 0

En lo cual parece al alma que todo el universo es un mar de amor en que ella está engolfada, no echando de ver término ni fin donde se acabe ese amor, sintiendo en sí, como habemos dicho, el vivo punto y centro del amor.

§ 0

Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el sentido, porque cuando así es, antes puede acaecer de mucho espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía de los dolores de Cristo en el alma, le redundaba en el cuerpo, según él daba a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas de mi Señor Jesús.

§ 0

La cual mano, según habemos dicho, es el piadoso y omnipotente Padre.

§ 0

La cual habemos de entender que, pues es tan generosa y dadivosa cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al alma, cuando se abre para hacerla mercedes; y así llámala mano blanda, que es como si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta mi alma, que tocas asentando blandamente, cuanto si asentases algo pesada hundirías todo el mundo, pues de tu solo mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32) las gentes se desatan y desfallecen y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez grande mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), tocándole tan mala vez ásperamente, para mí eres tanto más amigable y suave que a él fuiste dura, cuanto más amigable y graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque tú haces morir y tú haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 0

Y así, en todas las lámparas particularmente el alma ama inflamada de cada una y de todas ellas juntamente, porque todos estos atributos son un ser, como habemos dicho.

§ 0

8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que por todas partes rebosa aguas divinas! Porque aunque es verdad que esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas lámparas de Dios, pero es este fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea.

§ 0

Y no sólo eso, sino, como habemos dicho, transformada y hecha resplandores.

§ 0

Y los movimientos de estas llamas divinas, que son los vibramientos y llamaradas que habemos arriba dicho, no las hace sola el alma transformada en las llamas del Espíritu Santo, ni las hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado.

§ 0

Pues, como quiera que estas virtudes y atributos de Dios sean lámparas encendidas y resplandecientes, estando tan cerca del alma, como habemos dicho, no podrán dejar de tocarla con sus sombras, las cuales también han de ser encendidas y resplandecientes al talle de las lámparas que las hacen, y así, estas sombras serán resplandores.

§ 0

16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente, gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas, que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1­28).

§ 0

Y así, entonces el alma también se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa, simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

§ 0

Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia amorosa pasiva que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural, si no es como cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que sobrenaturalmente le está Dios comunicando en la noticia amorosa.

§ 0

Lo cual al principio acaece en ejercicio de purgación interior en que padece, como habemos dicho arriba, y después, en suavidad de amor.

§ 0

No entendiendo, pues, como digo, estos maestros espirituales qué cosa sea recogimiento y soledad espiritual del alma y sus propiedades, en la cual soledad asienta Dios en el alma estas subidas unciones, sobreponen ellos o entreponen otros ungüentos de más bajo ejercicio espiritual, que es hacer obrar al alma como habemos dicho.

§ 0

Y vacando de esta manera el alma a todas las cosas, llegando a estar vacía y desapropiada acerca de ellas, que es, como habemos dicho, lo que puede hacer el alma de su parte imposible, que deje Dios de hacer lo que es de la suya en comunicársele, a lo menos secretamente.

§ 0

Y, por tanto, no tengas de eso pena, que si el entendimiento no vuelve atrás (que sería si se quisiese emplear en noticias distintas y otros discursos y entenderes, sino que se quiera estar ocioso), adelante va, pues que se va vaciando de todo lo que en él podía caer, porque nada de ello era Dios, pues, como habemos dicho, Dios no puede caber en él.

§ 0

Pero en la contemplación de que vamos hablando, por la cual Dios, como habemos dicho, infunde de sí en el alma, no es menester que haya noticia distinta, ni que el alma haga actos de inteligencia; porque en un acto la está Dios comunicando luz y amor juntamente, que es noticia sobrenatural amorosa, que podemos decir es como luz caliente, que calienta, porque aquella luz juntamente enamora; y ésta es confusa y oscura para el entendimiento, porque es noticia de contemplación, la cual, como dice san Dionisio, es rayo de tiniebla para el entendimiento".

§ 0

Y en esto facilísimamente la distrae y saca de aquella soledad y recogimiento, en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está obrando aquellas grandezas secretas.

§ 0

Y hace el demonio tanto caso de esto, que es para admirar; que, con ser mayor un poco de daño en esta parte que hacer muchos en otras almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma que vaya por este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes pérdidas.

§ 0

Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando a las almas con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho, cosas sensibles.

§ 0

De donde, si acaso algún alma se le entra en el alto recogimiento, ya que de la manera que habemos dicho no puede distraerla, a lo menos con horrores, temores o dolores corporales, o con sentidos y ruidos exteriores, trabaja por poderla hacer advertir al sentido, para sacarla fuera y divertirla del interior espíritu, hasta que, no pudiendo más, la deja.

§ 0

El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño.

§ 0

Donde habemos de notar que si los ungüentos que disponían a estas cavernas del alma para la unión del matrimonio espiritual con Dios son tan subidos como habemos dicho, ¿cuál pensamos que será la posesión de inteligencia y amor y gloria que tienen ya en la dicha unión con Dios el entendimiento, voluntad y memoria? Cierto que, conforme a la sed y hambre que tenían estas cavernas, será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones, será el primor de la posesión del alma y fruición de su sentido.

§ 0

Donde habemos de notar que si los ungüentos que disponían a estas cavernas del alma para la unión del matrimonio espiritual con Dios son tan subidos como habemos dicho, ¿cuál pensamos que será la posesión de inteligencia y amor y gloria que tienen ya en la dicha unión con Dios el entendimiento, voluntad y memoria? Cierto que, conforme a la sed y hambre que tenían estas cavernas, será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de las disposiciones, será el primor de la posesión del alma y fruición de su sentido.

§ 0

Porque estar en tinieblas es estar ciego, como habemos dicho, en pecado; pero el estar a oscuras, puédelo estar sin pecado.

§ 0

Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan miríficas y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo, están ellas enviando a Dios en Dios, demás de la entrega que de sí hacen a Dios, esos mismos resplandores que tienen recibidos con amorosa gloria, inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas también ellas unas encendidas lámparas en los resplandores de las lámparas divinas, dando al Amado la misma luz y calor de amor que reciben.

§ 0

Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce abrazo.

§ 0

Porque, si una vez que recuerda mala vez abriendo el ojo, pone tal al alma, como habemos dicho, ¿qué sería si de ordinario estuviese en ella para ella bien despierto?

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Noche Oscura

§ 1.1.3

Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos principiantes en las virtudes acerca de lo que con el dicho gusto con facilidad obran, irémoslo notando por los siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el obrar que éstos obran; y veráse también cuántos bienes trae consigo la noche oscura de que luego habemos de tratar, pues de todas estas imperfecciones limpia al alma y la purifica.

§ 1.2.7

Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben.

§ 1.3.3

Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer por perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga en aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse; porque, por más que el alma se ayude, no puede ella activamente purificarse de manera que esté dispuesta en la menor parte para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma la mano y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de la manera que habemos de decir.

§ 1.4.2

Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo.

§ 1.6.6

A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él, y a veces lo dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.

§ 1.6.6

Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que habemos de dar, para que se purguen de estas niñerías.

§ 1.8.3

Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8).

§ 1.9.7

Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve sino, como habemos dicho, de estorbar la paz interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu.

§ 1.9.9

Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas veces las tienen, otras veces no; y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el apetito porque no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito en el camino del espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido de los pechos de las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas, como habemos dicho.

§ 1.10.1

En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba, sacando el alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha acabado el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena.

§ 1.11.1

La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente, por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué.

§ 1.11.1

La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente, por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21­22), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué.

§ 1.11.4

La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos.

§ 1.12.1

Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos dicho.

§ 1.12.1

Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos dicho.

§ 1.12.2

Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el alma y hacía, por más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba para muchas imperfecciones e ignorancias; y de este traje de sequedad, no sólo lo que habemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos y muchos más, que se quedarán por decir, nacen, que como de su fuente y origen, del conocimiento propio proceden.

§ 1.12.4

Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar en él, y es: que en esta noche oscura del apetito (porque se verifique lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como habemos dicho, sino también de la grandeza y excelencia de Dios.

§ 1.12.4

Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar en él, y es: que en esta noche oscura del apetito (porque se verifique lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como habemos dicho, sino también de la grandeza y excelencia de Dios.

§ 1.12.4

Porque, demás de que, apagados los apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para entender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y embaraza el espíritu), y, demás también que aquel aprieto y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28, 19), que (con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va, como habemos dicho, instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros no hacía.

§ 1.13.3

Baste, para entender los innumerables provechos que demás de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de que habemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual.

§ 1.13.6

Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro provechos que habemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir, dícelo David (Sal. 76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé consuelo y ejercitéme, y desfalleció mi espíritu.

§ 1.13.14

Los cuales, como habemos dicho, con los apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda dicho.

§ 1.13.15

De donde, en sosegándose por continua mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en durmiéndose en la sensualidad por ordinarias sequedades los apetitos naturales, y en alzando de obra la armonía de los sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como habemos dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte inferior del alma, que es lo que aquí llama su casa, diciendo:

§ 1.14.1

Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros.

§ 2.1.1

Aunque estos bocados de oscura contemplación nunca son tan intensos como lo es aquella horrenda noche de la contemplación que habemos de decir, en que de propósito pone Dios al alma para llevarla a la divina unión.

§ 2.2.1

Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios.

§ 2.3.1

De donde la noche que habemos dicho del sentido, más se puede y debe llamar cierta reformación y enfrenamiento del apetito que purgación.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.8.4

Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma, que, embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y, dejándola así vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como habemos dicho del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué topar, no se ve.

§ 2.8.4

Y, ni más ni menos conoce la luz que tiene espiritual para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como cuando el rayo que habemos dicho está oscuro en el aposento, aunque él no se ve, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera cosa, luego se ve la mano, y se conoce que estaba allí aquella luz del sol.

§ 2.9.10

Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación tan suave y amigable para el alma, que no hay más que desear (pues, como arriba queda dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la perfección que desea), le cause con su embestimiento a estos principios tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.

§ 2.9.11

A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos dicho, y es que la causa de esto es que no hay de parte de la contemplación e infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena, antes mucha suavidad y deleite, como después se dirá, sino que la causa es la flaqueza e imperfección que entonces tiene el alma, y disposiciones que en sí tiene y contrarios para recibirlos; en los cuales embistiendo la dicha lumbre divina, ha de padecer el alma de la manera ya dicha.

§ 2.10.2

A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este divino fuego de amor de contemplación, que, antes que una y transforme el alma en sí, primero la purga de todos sus accidentes contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y pónela negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía.

§ 2.11.1

En el cual verso da a entender el alma el fuego de amor que habemos dicho, que, a manera del fuego material en el madero, se va prendiendo en el alma en esta noche de contemplación penosa.

§ 2.12.7

De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como quiere.

§ 2.13.5

Pero aquí conviene notar que, aunque a los principios, cuando comienza esta noche espiritual, no se siente esta inflamación de amor, por no haber empezado este fuego de amor a emprender, en lugar de eso da desde luego Dios al alma un amor estimativo tan grande de Dios, que, como habemos dicho, todo lo más que padece y siente en los trabajos de esta noche, es ansia de pensar si tiene perdido a Dios y pensar si está dejada de él.

§ 2.13.10

No quiero dejar aquí de decir la causa por que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma, no la da, luego que embiste en ella, luz, como lo hace después, antes le causa las tinieblas y trabajos que habemos dicho.

§ 2.13.11

Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que habemos dicho, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de solo Dios, y no de otra cosa alguna.

§ 2.16.1

La oscuridad que aquí dice el alma, ya habemos dicho que es acerca de los apetitos y potencias sensitivas, interiores y espirituales, porque todas se oscurecen de su natural lumbre en esta noche porque, purgándose acerca de ellas, puedan ser ilustradas acerca de lo sobrenatural.

§ 2.16.4

De donde, porque estas naturales potencias no tienen pureza ni fuerza ni caudal para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de ellas, que es divino, sino sólo al suyo, que es humano y bajo, como habemos dicho, conviene que sean oscurecidas también acerca de esto divino, porque, destetadas y purgadas y aniquiladas en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo divino y sobrenatural alta y subidamente, lo cual no puede ser si primero no muere el hombre viejo.

§ 2.16.8

Por tanto, siendo, como habemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma bien puede ella, ya que le ha venido a entender como aquí decimos, con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura.

§ 2.16.13

Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y morada, le servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto y de amparo perfecto y seguridad, aunque a ella en tinieblas, en que está escondida y amparada de sí misma y de todos los daños de criaturas, como habemos dicho.

§ 2.16.13

Y "estar amparados en su tabernáculo de la contradicción de las lenguas" es estar el alma engolfada en esta agua tenebrosa, que es el tabernáculo que habemos dicho de David.

§ 2.17.2

Primeramente llama secreta a esta contemplación tenebrosa, por cuanto, según habemos tocado arriba, ésta es la teología mística, que llaman los teólogos sabiduría secreta, la cual dice Santo Tomás que se comunica e infunde en el alma por amor, lo cual acaece secretamente a oscuras de la obra del entendimiento y de las demás potencias.

§ 2.17.5

Pero este poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible, como habemos dicho, y por eso se llama secreta.

§ 2.18.4

Porque esta escala de contemplación, que, como habemos dicho, se deriva de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo de la escala (Gn. 28, 12).

§ 2.18.5

Pero, hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de contemplación secreta, diremos que la propiedad principal por que aquí se llama escala es porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es noticia infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el alma, hasta subirla de grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el que une y junta al alma con Dios.

§ 2.18.5

Y así, los distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás; porque conocerlos en sí, por cuanto esta escala de amor es, como habemos dicho, tan secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural.

§ 2.19.1

Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer grado para ir a Dios, bien lo habemos dado a entender arriba, cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en esta escala de purgación contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo, ni asiento.

§ 2.21.1

Resta, pues, ahora saber, después que habemos declarado las causas por que el alma llamaba a esta contemplación secreta escala, acerca de la tercera palabra del verso, conviene a saber disfrazada, por qué causa también dice el alma que ella salió por esta secreta escala disfrazada.

§ 2.21.5

Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, cuando caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas y aprietos interiores, no dándole su entendimiento algún alivio de luz, ni de arriba, pues le parecía el cielo cerrado y Dios escondido, ni de abajo, pues los que la enseñaban no le satisfacían, sufrió con constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer y faltar al Amado; el cual en los trabajos y tribulaciones prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir aquel dicho de David (Sal. 16, 4), es a saber: Por las palabras de tus labios yo guardé caminos duros.

§ 2.21.9

De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que habemos dicho, pues que va tan vacía de toda posesión y arrimo, que no lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29).

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.23.10

Todo esto que habemos dicho pasa en el alma pasivamente, sin ser ella parte en hacer y deshacer acerca de ello.

§ 2.23.13

Lo cual a oscuras, como largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como ahora habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor.

§ 2.23.13

Lo cual a oscuras, como largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como ahora habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor.

§ 2.23.14

Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en celada, que es sólo, como habemos dicho, en espíritu, suele en algunas de ellas el alma verse sin saber cómo es aquello, tan apartada y alejada según la parte espiritual y superior de la porción inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre sí, que le parece no tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que está muy remota y apartada de la una.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Otras del mismo a lo divino

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Que va por super flumina



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